Lo artesanal está de vuelta. Una reivindicación de los oficios frente a la producción industrial en masa que caracterizó al siglo XX, reflejada en una nueva sensibilidad hacia los materiales en bruto, la recuperación de técnicas locales y la defensa del comercio a pequeña escala. Materiales como la tierra y la cerámica, los textiles y las maderas se han visto revalorizados por diseñadores, artistas y arquitectos alrededor del mundo, en búsqueda tanto de un estilo propio como de la representación de la nostalgia colectiva.
Sin embargo, hoy existen nuevas formas para responder a esas antiguas necesidades. Si bien parte importante de la tendencia es la recuperación de técnicas de fabricación manual, hoy existen tecnologías que permiten emular esos procesos en menor tiempo y a mayor escala. ¿Es un nuevo proceso de industrialización? La fabricación aditiva, ya en uso desde la década de los 90, permite la materialización de formas orgánicas, precisas, diseñadas para contextos específicos. Como una opción a medio camino entre la unicidad y las masas, la impresión 3D tiene la capacidad de extender lo artesanal más allá del trabajo manual.
¿Puede entonces la impresión 3D considerarse artesanía?
Depende, claro está, de si consideramos la definición de artesanía a partir del proceso de fabricación o del objeto mismo. La definición y comprensión de los objetos no está exenta de su origen productivo, traduciendo en el objeto conceptos de identidad y una actitud frente a lo material. Así, el giro hacia lo artesanal refleja un cambio en la disposición frente a nuestra relación con el entorno natural, en una imitación explícita y una alusión abstracta a la necesidad de naturaleza. Desde la textura hasta la forma, la necesidad de naturaleza se ha sintetizado en el concepto de biofilia, un impulso de carácter irracional -algunos dirán instintivo- por establecer una relación directa con materiales y variables nativas que mejorarían la experiencia humana en el espacio, impactando incluso en la salud.
¿Cuáles son las características de la impresión 3D que permitirían esta aproximación a los objetos?
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La fabricación aditiva permite una precisión insospechada emulando un modelo digital. Tanto el software como la precisión de la máquina permiten la creación de objetos únicos, preservando tanto las formas orgánicas y precisas como las imperfecciones superficiales en el objeto final.
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La fabricación por capas combina la traducción de una forma digital con un proceso de control manual: cambios se pueden efectuar durante el proceso de producción, a diferencia de otros procesos tradicionales de manufactura como es el moldaje.
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Si bien aún no es globalmente alcanzable, sí es una tecnología accesible. Durante alrededor de dos décadas el desarrollo de software y maquinaria para este tipo de fabricación ha transitado desde la exclusividad de los prototipos industriales hacia la capacidad de producir objetos de uso cotidiano, pudiendo responder cada vez más a la tendencia del hágalo usted mismo (al combinar ornamento y estructura) y posibilitando una adaptación cultural al método y la estética.
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La impresión 3D permite combinar estética y sustentabilidad al incorporar materiales más ecológicos como materia prima. Si consideramos el material y las técnicas que poseemos para procesarlo como factores esenciales para el impacto ambiental en la producción, este último valor posiciona esta nueva técnica como una opción válida frente a la crisis climática.
Los métodos de impresión 3D están hoy a la altura de ser instrumentos de reivindicación artesanal para productores y diseñadores, siendo su valor más amplio la posibilidad de resignificar la máquina, el material y el concepto mismo de artesanía. Si bien no es fácil percibirlo como equivalente, este parece ser el momento ideal para superar el fetiche por la pureza de los materiales tradicionales para dar paso a materias primas y técnicas que nos van a permitir alivianar la carga en la madera o los áridos y volver a fomentar la producción local. La fabricación aditiva es una herramienta para competir con estéticas genéricas y producción en serie en el mercado, siempre que abramos el paso a una arquitectura mucho más azarosa de lo que esperábamos.